jueves, 29 de octubre de 2009

Desde el ejemplo de los esposos Martín-Guerín


Los esposos Martín muy pronto comprendieron que el matrimonio es una vocación y un estado de vida que compromete con el mandato misionero de toda la Iglesia. En la familia, en sus leyes y en sus relaciones y acontecimientos, todos los hijos pueden descubrir como una cartilla ilustradas todas las realidades de la vida cristiana. «el hecho de nacer y de ser educados en un hogar formado por unos padres unidos en una fiel alianza, resulta de gran importancia para los hijos» (Juan Pablo II, Carta a las familias, 2 de febrero de 1994, nº15). Celia deseaba tener muchos hijos “para encaminarlos al cielo” (CF 192)

lunes, 26 de octubre de 2009

lunes, 19 de octubre de 2009

Beatificación de Zélie et Louis Martin


Luis Martin (1823-94) y Celia Guerin (1831-77), padres de Santa Teresita, fueron declarados venerables el 26 de marzo de 1994 por el Papa Juan Pablo II. El 19 de Octubre de 2008 fueron beatificados.

BIENAVENTURADOS LUIS Y CELIA MARTIN

Hace 150 años, Luis y Celia Martin, padres de Teresita, se unían en matrimonio en Alençon y decidieron realizar su propio proyecto de vida constituyendo una gran familia.
Para vivir su amor, tuvieron que renunciar a sus anteriores aspiraciones de vocación a la vida religiosa . Integraron en su vida de pareja, como muchos contemporaneos suyos, la participación intensa, activa, regular y ardiente en la vida de la Iglesia. Se nutrieron de los Sacramentos,se implicaron en su parroquia y dedicaron un tiempo cada día a la oración compartida, al recogimiento, a la meditación y al ritmo respetuoso y discreto de la vida personal de cada uno. No dejaron jamás de recibir el sacramento de la Reconciliación según lo recomendado por la Iglesia y de vivir la gracia recibida. Unidos en la confianza de vivir el camino ordinario de la santifición como pareja, dieron vida a nueve hijos trabajando cada uno en su profesión .
Las pruebas familiares marcaron su vida y purificaron su fe, afianzando su confianza en el Señor. Llevaron una vida de trabajo intenso y probado. Afrontaron la enfermedad y la muerte de cuatro de sus queridos hijos, fallecidos con muy pocos años. Sólo les vivieron cinco hijas de las que Teresa , la benjamina, será la más concida por su cumpliento de la doctrina del Evangelio en su vida y por su irradiación misionera.
Cinco años después de su matrimonio, en 1850, Luis y Celia crean su propia empresa de encaje de Alençon. Luis trabajó con su esposa. Se ingenió para llevar al encaje las nuevas corrientes, los nuevos modelos Los resultados fueron extraordinarios. Había que encontrar nuevos mercados. Por esto viajó frecuentemente de Alençon a París para buscar nuevos clientes, conservar los existentes y asegurar el buen desarrollo de la producción de Celia y de sus empleadas. Durante este periodo trapasó su relojería a su sobrino Adolfo Leriche. Luis y Celia dejaron la casa de la calle Puente Nuevo de Alençon e instalaron sus actividades en la calle San Blas.
Celia asumió, con un coraje extraordinario su responsabilidad maternal, su compromiso profesional y su doloroso combate contra el cáncer que la llevaría a la muerte el 28 de agosto de 1877. Tenía 46 años y dejaba a su marido-del que conocía su fragilidad- y a sus cinco hijas. La mayor, María, no tenía mas que 17 años y la pequeña, Teresita, cuatro y medio. Para esta se acababa el periodo de Alençon y se abría el de Lisieux.
En esta familia corriente, iluminada por la fe, confrontada a los azares de la vida, minada por la enfermedad emergen, se afirman y se desarrollan las respuestas y las vocaciones de sus hijas. Cuatro escogieron el mismo Carmelo : el de Lisieux. Leonía el de la Visitación de Caen.

La beatificación de los padres descubrirá la vida de esta pareja tan atenta a inscribir su respuesta cotidiana en el compromiso con sus hijos y en el crecimiento espiritual de cada unode ellos. Pasarán por momentos muy dolorosos en su vida pero su fe, llena de paz, humilde , ardiente y enraizada en la Iglesia les permitirá aceptarlos en paz.Llena de inmenso amor filial, Teresita no vacila en escribir al abate Bellière dos meses antes de su muerte : " Dios me dio un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra. Pidieron al Señor que les diera muchos hijos y que los tomara para sí. Su deseo fue escuchado: cuatro angelitos volaron al cielo y las cinco hijas que quedaron en la arena tomaron por esposo a Jesús ".
Estamos en buena compañía.

Texto de Mons. Pedro PICAN,
obispo de Bayeux y Lisieux


jueves, 1 de octubre de 2009

EL FUNERAL EN ALENÇON


El funeral, de acuerdo con la costumbre de esa época, tuvo lugar al día siguiente de la muerte de Celia, 29 de agosto de 1877, a las 9:00 de la mañana en la Iglesia que los familiares habían convenido. Como se acostumbraba, las hijas de la difunta no asistieron a la ceremonia. Ella fue enterrada en el cementerio de la Iglesia de Nuestra Señora en Alencon.


Fue hasta octubre de 1894, después de la muerte del Señor Martín, que el Señor Guerín quizó unir en la tumba a aquellos cuya vida en común fue modelo del amor conyugal, que quizo transferir el cuerpo de su hermana a la cripta de la familia en Lisieux. La tumba de granito junto con la lápida que fue gravada para la Sra. Martin en Alencon fue colocada en algún espacio libre dentro de la cripta.


Cincuenta años después fue recuperada intacta y fue colocada en una buena ubicación en el jardín del Pabellón (una pequeña área del jardín con una torre hexagonal que pertenecia a la Familia Martín).Elogios en memoria de la Sra. Martin nunca faltaron. Sin dar rodeos, el sacerdote de la parroquia de Monsort declaró: “hay una santa más en el cielo”.


La Sra. Guerin quien se ganó la confianza de su cuñada y muchas veces se vio beneficiada por su experiencia y sus delicados servicios, recuerda sus meritos en una carta dirigida a su sobrina, 14 años después, en 1891, quien se había convertido en monja carmelita, Teresita del Niño Jesús:


“¡Que habré hecho que Dios me ha rodeado de tan amorosos corazones! No hice nada, sólo corresponder a la última mirada de una madre que amó demasiado. Entendí mucho en esa mirada que nunca podré olvidar. Está grabada en mi corazón. Desde ese día, traté de reemplazar a aquella que Dios se había llevado, pero no. ¡Nada puede reemplazar a una madre!Sin embargo, Dios ha querido bendecir mis pobres esfuerzos y hoy me permite recibir el afecto de esos jóvenes corazones. El ha querido que la madre que guió tu tierna infancia fuera elevada a la sublime gloria y gozara de las delicias celestiales. ¡Ah! Debe ser mi pequeña Teresa porque tus padres están entre esos que podríamos llamar santos y cuyos esfuerzos traerán más santidad.”


La evaluación de Luisa María quien vivió 12 años con la familia Martín no es menos reveladora. Durante su enfermedad, la Sra. Celia se vio forzada a delegar muchas tareas a su criada, quien resultó una mala influencia para Leonia. Luisa pidió como favor seguir trabajando para la familia hasta la muerte de la Sra. Martín objetando que nadie podría cuidar mejor a la Sra. Martín como ella.

De hecho, hasta su muerte, ella cuidó a Doña Celia con profunda devoción.


A la muerte de la Sra. Martín ella fue despedida ya que la educación de Leonia lo requería. Sin embargo, ella se llevó en su memoria a aquella que le había enseñado mucho con su dulzura. En 1923, algunos meses antes de su muerte, ella escribió al Carmelo de Lisieux:

“En mi profundo dolor, invoqué a mi pequeña Teresa, y al mismo tiempo a su buena y santa madre, porque si Teresita es una santa, su madre, en mi opinión, es igual una gran santa. Ella fue puesta a prueba durante toda su vida y lo aceptó con resignación. Y entonces, ¡ella se sacrificó a si misma! Para ella, cualquier cosa era suficientemente buena, pero para los demás nada era demasiado bueno. Yo podría escribir un gran tratado, si dijera toda su bondad y sumisión a la voluntad del buen Dios.


”Más allá de todos estos testimonios se eleva la voz del Sr. Martin, quien nunca habló de su esposa sin atribuirle el calificativo de “santa”; la voz de sus hijas quienes bajo el juramento de la fe, afirman sus maternales virtudes en sus deposiciones en el proceso de beatificación de su pequeña hermana, Santa Teresita. Más que esto, habla la joven Teresa.
¿Podría haber más hermoso retrato de una madre que esta estrofa escrita por la santa"
“Yo amaba la sonrisa de mi madre. Su profunda mirada parecía decirme:”La eternidad me abruma y me atrae, subiré al cielo azul para mirar a Dios.”