miércoles, 2 de mayo de 2012




"El camino que siguió Luis es el mismo que están llamados a seguir la mayoría de los Cristianos: la vocación de Cristiano, la vocación de esposo y padre de familia; durante los últimos mil años ha cambiado la cabal comprensión de todas estas funciones. “Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mateo 5,48).

El origen de la familia de Luis le brindó un sentido muy refinado del significado de la vocación Cristiana y de la vocación del matrimonio Cristiano. Al crecer, asimiló que todo en la vida debe vivirse bajo la influencia de las verdades eternas: primero Dios en todas las cosas.

Gracias a su devoción por la Misa, los Sacramentos y las diversas formas de plegaria, todo en su vida estaba guiado por el Espíritu Santo. Efectivamente, por su fidelidad a las indicaciones del Espíritu, sus decisiones siempre fueron equilibradas en toda circunstancia. Al tener una perspectiva sobrenatural para todo, identificó las prioridades de su vida: Dios, nuestra Santa Madre y los Santos, vivir por el Evangelio en todos los detalles de su vida, especialmente su devoción y su amor por su esposa, Celia, y por los 9 hijos con los que Dios bendijo su unión.

La Iglesia ha aceptado que vivió en grado heroico las virtudes de la prudencia, la justicia, la temperancia y la fortaleza de ánimo. Esto implica que no permitió que nada, absolutamente nada, se interpusiera entre él y su amor por Dios, así como el amor y cuidado de su esposa Celia y sus hijos"

-Padre Linus Ryan, O.C.D-



martes, 7 de febrero de 2012

Luis Martin y Zelie Guerin, padres de Santa Teresita de Liseiux, por la unidad y fidelidad del matrimonio nos ofrecieron el testimonio de una vida cristiana ejemplar,cumpliendo las tareas cotidianas según el espíritu del Evangelio. Educando a una familia numerosa, a través de pruebas, muertes y sufrimientos, manifestaron su confianza en Dios y aceptaron generosamente su voluntad.



miércoles, 4 de enero de 2012



Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz describe en las primeras páginas de Historia de un alma la gentileza y alegría de vivir en su vida familiar. Teresita, la doctora más joven de la Iglesia, describía a su familia como la tierra de un jardín, una “tierra santa” donde creció con sus hermanas bajo la hábil y experta orientación de sus incomparables padres. Poco antes de morir le escribió al Padre Bellière: “El Señor me dio un padre y una madre más dignos del Cielo que de la tierra”. Esta profunda convicción de las hijas de los Martin acerca de la santidad de sus padres, la compartían otros miembros de la familia, y muchos más, que se referían a ellos como la santa pareja. Catorce años después de la muerte de Celia, en una carta de 1891, Celina Guérin, su tía, escribió a Teresita, que ya estaba en el Carmelo:

“¡Qué he hecho yo para merecer que el Señor me rodee de tantos corazones amorosos! Sólo he contestado a la última mirada de una madre a la que amé mucho, mucho…”



martes, 27 de diciembre de 2011

Unos frutos duraderos



Del manantial eucarístico, Celia obtiene una energía superior a la media de las mujeres, y su esposo una ternura superior a la media de los hombres. Luis gestiona la economía y consiente de buen grado ante las peticiones de su esposa: «En cuanto al retiro de María en la Visitación, escribe Celia a Paulina, sabes que a papá no le gusta nada separarse de vosotras, y había dicho primero formalmente que no iría… Anoche María se estaba quejando de ello y yo le dije: «Déjalo de mi cuenta; siempre consigo lo que quiero, sin forzar demasiado; todavía falta un mes; es suficiente para convencer diez veces a tu padre». No me equivocaba, pues apenas una hora después, cuando regresó, se puso a hablar amistosamente con tu hermana (María)… «Bien, me dije, este es el momento oportuno», e hice una insinuación al respecto. «¿Así que deseas de verdad ir a ese retiro?», dijo papá a María: «Sí, papá. – ¡Pues bien, puedes ir!»… Creo que yo tenía una buena razón para que María fuera a aquel retiro. Si bien suponía un gasto, el dinero no es nada cuando se trata de la santificación de un alma; y el año pasado María regresó completamente transformada. Los frutos todavía duran, aunque ya es hora de que renueve su provisión».

Los retiros espirituales producen frutos de conversión y de santificación, porque, bajo el efecto de su dinamismo, el alma, dócil a las iluminaciones y a los movimientos del Espíritu Santo, se purifica siempre más de los pecados y practica las virtudes, imitando al modelo absoluto que es Jesucristo, para conseguir una unión más íntima con él. Por eso dijo el Papa Pablo VI: «La fidelidad a los ejercicios anuales en un medio apartado asegura el progreso del alma». Entre todos los métodos de ejercicios espirituales «existe uno que obtuvo la completa y reiterada aprobación de la Sede Apostólica… el método de San Ignacio de Loyola, de quien Nos complace llamar Maestro especializado en ejercicios espirituales» (Pío XI, Encíclica Mens Nostra).

La vida profundamente cristiana de los esposos Martin se abre naturalmente a la caridad para con el prójimo: limosnas discretas a las familias necesitadas, a las que se unen sus hijas, según su edad; asistencia a los enfermos, etc. No tienen miedo de luchar justamente para reconfortar a los oprimidos. Así mismo, realizan juntos las gestiones necesarias para que un indigente pueda entrar en el hospicio, cuando éste no tiene derecho al no tener suficiente edad para ello. Son servicios que sobrepasan los límites de la parroquia y que dan testimonio de un gran espíritu misionero: espléndidas ofrendas anuales para la Propagación de la Fe, participación en la construcción de una iglesia en Canadá, etc.

Pero la intensa felicidad familiar de los Martin no debía durar demasiado tiempo. A partir de 1865, Celia se percata de la presencia de un tumor maligno en el pecho, surgido después de una caída contra el borde de un mueble. Tanto su hermano, que es farmacéutico, como su marido no le conceden demasiada importancia; pero a finales de 1876 el mal se manifiesta y el diagnóstico es concluyente: «tumor fibroso no operable» a causa de su avanzado estado. Celia lo afronta hasta el final con toda valentía; consciente del vacío que supondrá su desaparición, le pide a su cuñada, la señora Guérin, que, después de su muerte, ayude a su marido en la educación de los más pequeños.

Su muerte acontece el 28 de agosto de 1877. Para Luis, de 54 años de edad, supone un abatimiento, una profunda llaga que sólo se cerrará en el Cielo. Pero lo acepta todo, con un espíritu de fe ejemplar y con la convicción de que su «santa esposa» está en el Cielo. Y cumplirá con la labor que había empezado en la armonía de un amor intachable: la educación de sus cinco hijas. Para ello, escribe Teresita, «aquel corazón tierno de papá había añadido al amor que ya poseía un amor realmente maternal». La señora Guérin se ofrece para ayudar a la familia Martin, invitando a su cuñado a trasladar su hogar a Lisieux. Para aquellas pequeñas huérfanas, la farmacia de su marido será su segunda casa y la intimidad que une a ambas familias crecerá con las mismas tradiciones de sencillez, labor y rectitud. A pesar de los recuerdos y de las fieles amistades que podrían retenerlo en Alençon, Luis se decide a sacrificarlo todo y a mudarse a Lisieux.


Fuente: clairval.com

martes, 20 de diciembre de 2011

"El matrimonio Martin es un buen ejemplo de transmisión de la fe a los hijos en el ámbito familiar, así como de la vivencia cristiana de la enfermedad y del respeto de la vida hasta el final"

( P. Josep Castellá, prior del Santuario Santa Teresita de Lisieux, Lèrida España)

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Palabras tomadas de la homilía del Cardenal José Saraiva Martins el día de la beatificación de Luis y Celia: "Mientras leía la carta apostólica del Santo Padre pensaba en mi padre y en mi madre; y en este momento quisiera que también vosotros pensarais en vuestro padre y en vuestra madre, y que juntos diéramos gracias a Dios porque nos ha creado y nos ha hecho cristianos a través del amor conyugal de nuestros padres. Recibir la vida es algo maravilloso, pero, para nosotros, es más admirable aún que nuestros padres nos hayan conducido a la Iglesia, la única capaz de hacer cristianos. Nadie puede hacerse cristiano por sí mismo".



lunes, 21 de noviembre de 2011


Los Martin no son santos por haber dado vida a una santa, sino por haber aspirado a la santidad como pareja. Eran guiados por un deseo recíproco, ambos poseían el deseo de observar la voluntad de Dios en la vida que vivían y la obediencia a Su mandato: “Sed santos porque yo soy santo”. Luis y Celia Martin eran la tierra fértil y rica en la que nació Teresita y vivió durante quince años antes de convertirse en “la santa más grande de los tiempos modernos”. [Pío X]