lunes, 24 de octubre de 2011

Testigos de la alegría de creer y de vivir en Cristo



En su última carta, dirigida a su hermano, algunos días antes de su muerte, Celia escribe: “¿Qué quieres?

Si la Santísima Virgen no me cura, es por que mi hora ha llegado, y que el buen Dios quiere que descanse en otro lugar que no sea la tierra…” Luis, por su parte, ve salir a cada una de sus hijas hacia la vida religiosa. Se arriesga a encontrarse solo, pero no quiere retenerlas para sí mismo. Vive la situación de Abraham a quien Dios le pide su hijo. Tras la entrada de Teresita en el Carmelo alguien le dijo que no tenía nada que envidiar de Abraham, a lo que responde rápidamente. “Sí, pero, lo confieso, hubiera elevado lentamente la espada, esperando al ángel y al carnero”.

Sí, Luis y Celia Martin quieren seguir a Cristo que toma el camino del don total de sí mismo y saben por la fe la fecundidad que contiene tal don.

Contemplando su vida, vemos bien cómo es en la oración, en la Eucaristía, en una vida eclesial regular y en una atención muy realista a los demás, de donde sacan, en el día a día, el dinamismo de su don de sí.

De esta manera, son los testigos de la alegría, de la verdadera alegría, la de creer y de vivir en Cristo.

martes, 11 de octubre de 2011


Qué es lo que fascina de los esposos Martin? ¿Qué mensaje deja esta familia a la Iglesia y a la sociedad?
Sin duda fascina la valentía de esta familia que, después de diecinueve años de matrimonio, ante la crisis económica que afligía a Francia, queriendo garantizar bienestar y futuro a sus hijos, halló la fuerza de dejar Alençon y trasladarse a Lisieux, como tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo, "emigrantes" en busca de lo que pudiera hacer más bella la vida y concreta la esperanza. Hay una belleza que emana de su trabajo artesanal emprendedor: Luis Martín, como relojero y joyero; y Celia Guérin, como pequeña empresaria de una taller de bordado. Junto con sus cinco hijas, emplearon tiempo y dinero en ayudar a quienes tenían necesidad. Su casa no fue una isla feliz en medio de la miseria, sino un espacio de acogida, comenzando por sus obreros.