sábado, 18 de diciembre de 2010


Después de llevar vidas heroicas, Luis y Celia se entregaron a sí mismos a largas y dolorosas enfermedades y, en el caso de Celia, a una muerte prematura. Ella murió de cáncer de mama a los cuarenta y seis años, cuando Teresa, su hija menor, tenía sólo cuatro años. Después del diagnóstico, ella escribió “Dejémoslo en las manos del Señor”. El sabe mejor que nosotros lo que es para nuestro bien. Él es quien hiere y quien sana. Iré a Lourdes en el primer peregrinaje, y espero que la Bienaventurada Virgen me cure si eso fuera necesario.”12 Cuando no fue curada en Lourdes, ella mantuvo su fe. Sobre su regreso a Luis, quien había estado esperando en Lisieux noticias de una curación, ella escribió: “El no estaba un poco sorprendido de verme regresar alegre, como si hubiera obtenido el milagro esperado. Le dio un coraje renovado, y toda la casa estaba llena de alegría.”13 No lejos de su muerte Celia escribió pidiendo oraciones “si no por una cura, entonces por la perfecta resignación a la voluntad de Dios.”14 El milagro que ella había esperado en la fiesta de la Asunción no sucedió. El día siguiente, doce días antes de su muerte, ella terminó su última carta, a su hermano, con estas palabras: “Obviamente, la Bienaventurada Virgen no me quiere curar.15…. ¿Qué tendrías tú? Si la Bienaventurada Virgen no me ha curado, es porque mi tiempo ha llegado, y Dios quiere que yo descanse en otro lugar que no sea en esta tierra.”16

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