lunes, 18 de abril de 2011


A Teresita debemos, sin duda alguna, los juicios más despiertos acerca de lo que para ella y en su vida de familia fueron sus padres. “Mi niñez se acabó muy pronto. Mis soleados años pasaron vertiginosamente. Lo que recuerdo más de ellos fue la muerte de mamá. Recuerdo todos los detalles de su enfermedad cancerosa. Las últimas semanas que pasó con nosotras cinco en la tierra fueron imborrables. Celina y yo parecíamos dos pobres desterradas. Salíamos de casa a primera hora. Vivíamos en casa de la señora de Lenche. Papá, cuando mamá ya había muerto, me llevó adonde estaba su hermoso cuerpo y me dijo:”Da un último beso a mamá”. Y yo acerqué a ella mis labios y la besé. Cuando le administraron a mamá la unción, yo estaba junto a Celina. Papá la miraba amorosamente. Qué fuerza la suya en aquellos momentos. Alguien me preguntó alguna vez si había sido lenta y dolorosa la muerte de mamá. No lo sé. Lo único que recuerdo es que yo me cobijé en un rincón y que, desde él, en silencio, miraba todo y me quedaba con todo. Fuero horas en que aprendí –tan niña- muchas cosas sobre la vida y sobre la muerte.

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