sábado, 28 de noviembre de 2009

Cartas...


"Querida, no podré llegar a Alençon hasta el lunes; el tiempo se me hace largo; se me retrasa el estar contigo. Inútil decirte que tu carta me produjo gran placer, salvo comprobar que te can­sas tanto. Te recomiendo de veras la calma y la moderación, sobre todo en el trabajo. Tengo ciertos encargos de la Compañía Lyonesa. Pero te lo repito, no te atormentes tanto, que llegare­mos con la ayuda de Dios a hacer una buena casi­ta. He tenido la felicidad de comulgar en Nuestra Señora de las Victorias, que es como un pequeño paraíso en la tierra. Y he encendido un cirio a intención de toda la familia. Os abrazo de todo corazón, en espera de la alegría de reunirnos. Espero que María y Paulina sean bien listas. Tu marido y verdadero amor, que te ama por la vida" (Luis, 8 de octubre de 1863).



"Mi querido Luis. Cuando recibas esta carta, estaré ocupada en arreglar tu establecimiento; no te preocupes; no perderé nada, ni siquiera un viejo cuadradillo, ni un cachito de muelle, en fin nada, y quedará limpio de arriba abajo! No dirás que 'únicamente he despla­zado de lugar el polvo' porque de él no quedará ni rastro (...]. Te abrazo de todo corazón. Hoy me siento tan feliz al pensar que volveré a verte, que no puedo ni trabajar. Tu esposa que te ama más que la propia vida' (Celia, 1869). No veo la hora de volver a tu lado, que­rido Luis, y hasta siento que se redobla mi cariño al faltarme tu presencia; no puedo vivir alejada de ti.

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