martes, 18 de noviembre de 2008

HIJOS : Leonia, sus ultimos dias


A principios de 1941, sor Francisca Teresa abandona su celda para ir a la enfermería, escribiendo esto a sus hermanas:

«Me voy a la eternidad, ¡qué felicidad!... Lo único que tengo sano son los ojos, el corazón y la cabeza, gracias a Dios, pero todo puede tomarlo, porque todo es de Él. Todo lo dejo, incluso mi pequeña y pobre inteligencia».

Durante la noche del 16 al 17 de junio, abandona apaciblemente este mundo en presencia de su superiora, la madre María Inés Debon, que la bendice y la besa de parte de sus hermanas.

En el transcurso de sus 78 años de vida, de los cuales pasó 43 en la Visitación, Leonia conoció multitud de pruebas: sentimientos de inferioridad, fracasos, tinieblas, sufrimientos físicos, tentaciones interiores de rebelión...

Pero aquella niña "inadaptada" de la que nada humanamente se podía esperar se convirtió, mediante la poderosa acción del Espíritu Santo, en una "santa". Todavía recientemente, la madre María Inés Debon, su última superiora, daba testimonio de su bondad, de la sencillez y del recogimiento voluntario de aquella niña difícil de Alençon que llegó a ser, con su esfuerzo y por la gracia de Dios, una consumada salesa.

Esa transformación moral es uno de los éxitos más hermosos del "caminito" de Santa Teresa del Niño Jesús, para quien la santidad es una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la intrepidez en su bondad de Padre

(cf. Novissima verba, 3 de agosto de 1897).

A partir de la muerte de sor Francisca Teresa, se propagó rápidamente un impulso de simpatía universal hacia ella. Procedentes de todas las partes del mundo, llegan a la Visitación de Caen peticiones de intercesión, así como agradecimientos por gracias recibidas.

La que tantas preocupaciones causó a sus padres se ha convertido en el recurso de quienes tienen dificultades a la hora de educar a sus hijos.

«¡Oh, Señor!, escribía sor Francisca Teresa, poca brillantez has puesto en mi vida; haz que, como tú, me dedique a los valores auténticos, despreciando los valores humanos, para estimar y desear solamente lo absoluto, lo eterno, el amor de Dios a fuerza de esperanza».

Estas palabras están inspiradas en el libro de la Imitación de Cristo, que ella leía con frecuencia:

«Señor y Dios mío, tengo por gran beneficio tuyo no poseer muchos de esos dones de apariencia y que son motivo de alabanzas y de admiración por parte de los hombres. Y así, al considerar uno su indigencia y su abyección, lejos de sentirse abatido, lejos de sentir pena alguna o tristeza, más bien siente dulce consuelo y gran alegría; porque tú, Dios mío, elegiste a los pobres y humildes y a los desheredados de este mundo para que fueran familiares y domésticos tuyos»

Toda la vida de humildad de sor Francisca Teresa
está presente en esas pocas palabras.

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